Buenos días a todos.
¡Madre mía! Menuda rachita festiva que llevamos. Espero que los madrileños estéis disfrutando de este lunes festivo. Madrileños (y visitantes), ¿habéis ido a la Pradera o a las Vistillas?
Hace bastantes años que no voy, pero recuerdo con cierto cariño esta fiesta, sus verbenas y como no, las rosquillas de la Tía Javiera, las tontas y listas, las francesas y las de Santa Clara. Seguro que aún siendo de Madrid no sabéis decirme lo que las diferencia, sin mirar en Google claro.
También recuerdo con cierto horror los olores a entresijos y gallinejas, algo que a ciertas edades no produce precisamente satisfacción en la pituitaria, como también lo callos muy típicos de la capital.
No recuerdo un olor más nauseabundo que cuando se limpiaban en casa, algo que hizo que no los probara hasta bien entrado en años. Ahora reconozco que me apasionan.
Bueno, dejemos mis experiencias por hoy y pasemos a las de otros. Es un hecho que con tanto programa gastronómico nos ha cambiado en cuanto al amor por los fogones.
Nos hemos convertido todos en un Alberto Chicote de andar por casa, lo sabemos todo, elaboraciones, técnicas, alguien pregunta y nosotros respondemos sin dudar, aunque la respuesta nos suene solo de oídas, nitrógenos, ovulatos, roners … somos la leche.
Eso si, cuando nos ponemos de verdad, cuando queremos dar la talla es cuando nos damos cuenta del valor y la constancia que tiene todo este gremio.
Los resultados saltan a la vista y hoy os traigo algún ejemplo de ello. Recordad «si no sabes … pá que te metes»
La repostería, dicho por los propios cocineros, es el arte más complicado en la cocina, es casi una ciencia exacta. En este caso, la única ciencia que se aprecia podrían ser las Ciencias Ocultas, ya que han conseguido que el pobre Bob nos de hasta miedo. De ser el yo el niño del cumpleaños pensaría muy seriamente si querellarme.
Tomando como referencia algunas preparaciones más sencillas, digamos que estos panecillos no han quedado muy apetitosos. Yo desde luego no me los comería.
Así que llegados a este punto de tanta «tontería» gastronómica yo he decidido hacer lo único que sé hacer bien en este campo que es COMER. Requiere mucho menos esfuerzo, es muy gratificante y sobre todo te evita un ridículo espantoso ante tu familia y amigos.
Dejemos estos menesteres a los profesionales y a los que saben en nuestras casa y si lo intentas ya sabes a lo que te arriesgas.
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