Me ha tocado en numerosas ocasiones a lo largo de mi vida profesional tener que participar en múltiples reuniones, convenciones y congresos de empresa. Siempre desde dentro las cosas se viven desde una perspectiva muy diferente, y uno no se da cuenta de los comportamientos tan artificiales y forzados que todo el mundo realiza, muy alejados de las actitudes que habitualmente exhibe tanto en su entorno laboral o en su vida privada.

Esta semana he tenido que viajar desde Madrid a una ciudad del mediterráneo, y ¡¡¡Oh casualidad!!! , me ha coincidido que en el Ave y en el vagón que me ha tocado estaba rodeado y asediado por participantes en una convención de empresa, no sólo era este vagón sino tres más completos. Coincidía además que mi vagón era el contiguo a la cafetería y además en los asientos de cuatro iban las personas de la agencia de viajes organizadora tratando de controlar la situación.

Para empezar, deciden ocupar un asiento que no les corresponde porque quieren ir con su “chupipandi” como ellos dicen, coincide además que los cuatro que tengo cerca son de los “guays” con lo que la marabunta de grupitos que van hacia la cafetería – en un viaje suyo individual o con la familia “normal” ninguno de ellos aparecería por la cafetería, pero hoy la han colapsado-, uno se aproxima al grupo saluda y le comenta a otro “Holaaaaaaaaaaaaaa, qué tallllllllllllll,” le dice,” me he traído el pantalón para correr y se me han olvidado las zapatillas, je, je, je, pero bueno mañana lo solucionamos”.

Para colmo aunque mi intención era aislarme leyendo un rato, preparando un documento en el ordenador y colocándome los auriculares con el canal de música, mi gozo en un pozo, no funcionan ni los canales de música, ni la famosa “peli” que quizás hubiera amansado algo a las “fieras convencionales”.

La señorita, que va sentada con otros tres compañeros, empieza a explicar que ella se marea en transporte público, que da igual en cuál, que de hecho incluso en el metro en cuanto hay una estación en curva se marea, que lo ha probado todo, biodramina, otro medicamento y que incluso ¡¡¡un esparadrapo en círculo alrededor del ombligo!!!, generando alguna exclamación, pregunta aclaratoria al respecto, e incluso algún comentario de dudosa gracia pero que pretende generar alguna carcajada, por supuesto artificial.

Pasa otro grupito y saluda, una de las “pasilleantes” les comenta “No sabes qué bronca nos ha echado una loca histérica, porque vamos en el vagón silencioso y nos ha llamado la atención”, ya sabéis que cuando hay una convención, el grupo no respeta ninguna de las normas así que ellos unilateralmente han decidido convertirlo en vagón ruidoso en lugar de silencioso.

Llega una de las señoritas organizadoras tratando de averiguar quién es quién y explicándoles en qué hotel les toca, parece ser que uno es de cinco estrellas -donde se celebra la convención- y otro de cuatro. Todo el mundo trata de averiguar quién es el afortunado/a que ha sido agraciada/o con el privilegio de alojarse en el “bueno”. Se acerca la citada señorita y me pregunta que si voy a la Convención de…, le respondo que no ,¡¡qué horror¡!! ¡¡¡Yo también tengo pinta de ir a la Convención!!!!

Pasa otra “compi” y comenta, “Voy a sentarme que me duelen los pies como si hubiera hecho el Camino de Santiago” evidentemente a los demás les importa un carajo el dolor de pies de su compañera.

Por supuesto, como no podría ser de otra manera, uno empieza a contar una historia de un rollo entre algún compañero y compañera.

Llega otro grupo y empieza a comentar que ha habido unas pruebas que han sido una vergüenza que todo estaba mal organizado y una de ellas comenta que no se puede hacer nada más. Hablan de un problema que tienen que se lo tienen que solucionar a otros pero que ellos mismos han provocado. Dicen que a uno, supongo que un jefe, que le aguantan porque no es gratis que si fuera gratis ni de coña.

Viene y una enseña en el teléfono su recién nacido sobrino nieto, que es alemán.

El viaje continua así y transcurre de la misma manera, aparecen de nuevo las organizadoras y les preguntan que si en la cena de gala colocados, les contestan que sí ¡¡¡of course!!! Qué os pensabais que os ibais a sentar con quien vosotros quisierais? Ilusos, que esto es una Convención y os podéis divertir pero dentro de un orden, ¿oh no?

Y uno concluye ¡¡¡¡Vivan las Convenciones!!!! Qué agradable forma de trabajar y de salirnos de nuestro rol, pero sin pasarse…

Jorge Cagigas

 

Jorge Cagigas es Socio Fundador de Epicteles, Consultoria estratégica y Presidente de FUNDIPE (Fundacion para la Direccion de Personas).