Cuando un ser humano nace ¿se vale por sí mismo? ¿Nada a mariposa? ¿Sabe conducir un tractor? Cuando un ser humano nace es un completo inútil, más inútil que la mayoría de los mamíferos. Ved si no un pollo que sale caminando después de romper el cascarón. Sin ir más lejos, yo mismo, cuando nací, fui absolutamente dependiente para todo. Solo causaba molestias, robaba el sueño, irritaba al más templado, olía que tiraba de espaldas y manchaba más que el alquitrán. Lo que me salvaba del desastre era una candorosa sonrisa a tiempo, y unos pequeños y tímidos trinos a modo de escueta risa, de sonido proporcionalmente inverso al volumen de mis berridos demandantes. Cuesta mucho pensar que un líder nazca, por más que me fijo en los paritorios, nunca veo nada que lo asemeje a Napoleón, Kennedy o Ghandi. Y ya si les veo mover esos bracillos ridículos que no pueden sujetar ni un bolígrafo, es que me escandalizo. ¿Cómo un líder va a nacer hecho ya líder? ¿Cómo sería un líder, como muchos sostienen, que nazca líder? Me lo dicen y me imagino algo como el paritorio de la Paz con los bebés berreando ¿quién es el líder? ¿El que berrea más alto? ¿El que berrea más tiempo? ¿El que huele a detritus que tira de espaldas? ¿El más peludo? ¿El más relleno? ¿Aquel del que presume la madre que cuando nació pesó treinta kilos? ¿El que se negó a llorar cuando el médico le dio un azote al parir y le señaló con los dedos a sus ojos?

¿Lo ven? Es imposible discernir entre una jauría de alimañas a aquella que pueda mostrar maneras de líder.

Los grandes líderes de la historia tienen en común que no tienen nada en común, salvo aquellos rasgos del carácter con que los mortales de medio pelo tratamos de dotarles para que parezca que existe algún modelo que con el entrenamiento adecuado pueda convertirse en líder de algo. Trabajaremos en estas líneas sobre el síndrome de Asuranceturix, esa profunda brecha que existe entre quien se percibe a sí mismo como un líder y la opinión que de él tiene el resto del mundo.

Un líder es un tipo llamado a mandar, a influir, a dirigir. A veces lo sabe y a veces no lo sabe, a veces cree que sirve y no sirve, y a veces sirve pero no sabe que sirve, y a veces ni sabe ni sirve.

En esas condiciones ¿cabe pensar en que el líder nace, o se hace? Lo más correcto que oigo decir a quien no se quiere mojar, es que se nace con talento, y el trabajo y el entrenamiento hacen el resto. Es la pregunta del millón. Aquí, trataremos este asunto desde una óptica humanístico-irreverente, centrada en la persona y sus circunstancias. El mundo de la gestión se ha caracterizado siempre por la fragmentación de algo tan global como el liderazgo, y en estos artículos, trataremos la cuestión desde su visión más holística, más completa. Un líder es un tipo llamado a mandar, a influir, a dirigir. A veces lo sabe y a veces no lo sabe, a veces cree que sirve y no sirve, y a veces sirve pero no sabe que sirve, y a veces ni sabe ni sirve. Bucearemos por las profundidades de lo que otros han dicho y trataremos, en la medida de nuestras posibilidades, de no llegar a ninguna conclusión. No sea que demos con la llave del perfecto liderazgo y vayamos a hacer bien las cosas. Solo de pensar en una España sin bares, sin terrazas, sin fútbol, sin concejales de urbanismo de moral relajada, sin políticos con la primaria por todo currículo, con un sistema educativo a lo finlandés, una voluntad ética en los negocios, una televisión culta, unos ciudadanos inconformistas, educados y con espíritu crítico…, vamos, es que me echo a temblar. No, no, no y no, me niego. Lo dicho, hablaremos de ello, largamente y en profundidad, pero con el compromiso de todos de negarnos a conclusiones que puedan cambiar a nuestro amado país.

 

François Perez Ayrault

Socio Director de Moveractio

Autor del Libro: Houston tenemos un problema, Soy un Emprendedor en España