¿Por qué nos gusta ser víctimas?

Quizás porque es más cómodo y sencillo sentirse víctima. Porque la responsabilidad recae en otros o en elementos externos: me tienen manía, van a por mí, me odian, tengo mala suerte, nada me sale bien…

Pero gran parte de la culpa de que adoremos el papel de víctima lo tenemos entre todos. Está aceptado socialmente el sentir lastima y dar apoyo (moral eso sí) a las “víctimas”. Si sentimos que alguien está siendo atacado nos ponemos al lado de esa persona (aunque a veces nos cueste enfrentarnos al atacador por miedo o cobardía). Ese apoyo que prestamos al que está siendo atacado le reconforta y le hace gustarse en ese papel, por lo que repetirá el patrón de víctima en esa o situaciones diferentes, para sentir el RECONOCIMIENTO de los demás.

En la sociedad actual vemos cómo las que consideramos “víctimas” porque son atacados injustamente por sus detractores reciben más apoyos con posterioridad a ese “ataque injusto”.

Hemos normalizado la situación de víctima y en algún momento todos podemos tener sentimientos de satisfacción al sentirnos víctimas.

¿Cómo se sale de ese círculo? El victimismo se vence con Valentía. Se trata de reconócenos como capaces de resolver las situaciones sin necesidad de sentirnos o parecer víctimas ante los demás.

Consiste en DESDRAMATIZARNOS a nosotros mismos quitándonos importancia como víctimas y asumiendo un rol de Héroe, capaz de afrontar las situaciones sin necesidad de otorgarse un papel damnificado o perjudicado por los demás.