Las redes sociales han enfatizado este “cabreo permanente”. Veo algo que no me gusta y lo suelto en Internet. A veces esto multiplica el altavoz del cabreo porque otra persona me responde y aumenta mi cabreo, enzarzándose en una disputa bajo el telón de la no presencia física que ofrece el manto protector de Internet. A esto se suma el efecto de los “a favor” y “en contra” que puede hundirnos en una “espiral cabreante” que puede llegar a limites insospechados.
Por eso algunos, mediatizados posiblemente por las posibles respuestas agresivas, hemos decidido medir lo que opinamos en la Gran Red, para poder hacerlo en círculos de presencia física. Esto me gusta o no me gusta y lo digo en un foro con personas reales, mirándolos a la cara.
También he decidido que no me afectarán las críticas, por muy mal que me las tome. No puedo contentar a todo el mundo (lección que aprendí hace poco tiempo, porque aún siento la necesidad de gustar a todos, como una especie de trastorno obsesivo compulsivo-TOC).
¿Hemos perdido la capacidad de reírnos de nosotros mismos? ¿Sabemos aceptar nuestros defectos y rarezas?
Por el contrario, ¿hemos desarrollado la capacidad de que cada vez nos sientan mal más cosas?.
Debemos escoger nuestras batallas con cierta cautela, porque si lo hacemos en demasía estas pueden desgastarnos hasta llevarnos a la obsesión o rayando la locura.
Deberíamos evitar etiquetar y generalizar a los demás, sobre todo con aquellos con los que no estamos de acuerdo.
La propuesta es ponernos en duda, a nosotros mismos, a nuestros valores, a tener la Razón. Además de olvidarnos de “vengarnos de nuestros enemigos”, ya que el desgaste es enorme y solo nos resta energía para hacer nuestra vida mejor.
Tenemos la capacidad de dar importancia a algo diferente. Algo que nos llene y que no fomente el malestar y el odio.
El mejor método para centrarme en otra cosa, el que mejor me funciona, es poner el foco en una situación de mejora, con actitud positiva y optimismo, para olvidar mi preocupación, aunque a veces esta vuelva a acompañarme, para recordar que debo centrarme en algo más importante, por muy importante que parezca mi preocupación, o simplemente debo ocuparme en otros asuntos para “olvidar” aquello que me preocupa.
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